El derbi madrileño quizá no sea tanto como era, pero sigue siendo mucho. Lo es si gana el Madrid y lo es aún más si hay sorpresón y
vence el tuenti
Estudiantes
. Si el antepenúltimo, con dos triunfos en nueve partidos hasta este domingo, tumba al líder invicto. Palacio
lleno, ambiente fantástico y partido bueno. De garra. Con los
colegiales dándole caña a su enemigo íntimo, presionándolo, cargando el
rebote ofensivo, yendo a por todas...
Como siempre se espera, como solía. Como fue esta vez. Y enfrente un
buen Madrid hasta el descanso, pardillo en el tercer cuarto y
desaparecido en combate en el último, carente de la mínima inteligencia
táctica, incapaz de leer el juego y de intuir lo que se le venía encima.
Noche para recordar de Nacho Martín (19 puntos y 25 de valoración), fantástica su conexión con Javi Salgado
en la segunda parte. El ala-pívot perdió de inicio el pulso con un
Reyes pletórico, pero no dejó de aportar. Trataba de poner piedrecitas
para frenar la avalancha en la pintura y colarse luego en cada resquicio
de la defensa rival. Fue el motor de ese juego abierto que hizo sangrar
al Madrid, que lo descolocó y lo abrasó a la vez con una lluvia de
rebotes letal.
Pero llegar hasta la victoria y abrazarla resultó un camino arduo. El
Estu tuvo primero que lidiar con la fuerza de choque blanca en la zona,
que cargaba una y otra vez con Reyes, Ayón y Bourousis.
Los de Laso venían con la debilidad colegial detectada y trataban de
hacer pupa bajo el aro. Lanzaban de dos por encima del 60% de acierto en
los dos primeros cuartos, con Sergio Rodríguez redoblando la carga con sus pases a los pívots, sencillos y espontáneos para él, imposibles para nosotros.
Un triple de Bourousis daba al Real once tantos de ventaja (28-39),
que eran nueve al descanso (36-35) y nueve mediado ya el tercer cuarto
(46-55). Entonces, Van Lacke lanzó y falló un triple,
pero los árbitros le pitaron personal a Rudy con las piernas. Antes
Bourousis había recibido una técnica y ahora le caía a Pablo Laso
por protestar. Cuatro tiros libres y balón para el Estu, que en la
acción siguiente fuerza otra falta. Y otra más en la posterior. 8-0
desde el tiro libre y partido nuevo (54-55), porque el anterior yacía
roto en el cubo de la basura.
Faltaba aún sacar el estoque para derribar al miura blanco, que entró
en pánico en el último cuarto y se dedicó a hacer justo lo contrario de
lo que requería la situación. Perdió la calma y dejó de percutir bajo
el aro: ¡venga a tirar de fuera! A Reyes, además, le abandonó el ángel.
Mientras pensaban en sus fallos hacían agua en defensa. Un pasito por
detrás, con faltas tontas que mandaron pronto al Estu a la línea (40 de
51). Y ahí los de Vidorreta se hicieron fuertes, como en el rebote.
Rudy volvió a la pista, quizá tarde, pero tampoco cambió nada. Mal día. Sólo Maciulis
amagó a la desesperada con cuatro triples seguidos. Del 80-69 al 86-81.
Si había una mínima opción, el Estudiantes la había desactivado con
tres rechaces ofensivos consecutivos tras casi agotar la posesión otras
tantas veces.
Jaime Fernández tuvo serenidad, aunque estuviera fallón, Simpson y Rabaseda firmaron buenos minutos y Slokar
fue pieza clave. El Madrid volvió a verse superado en energía y deseo
(41 a 28 en las capturas totales). Y el Estudiantes se llevó de nuevo un
derbi tres años y seis partidos después. Tenía que ser el equilibrista
perfecto, andar por el alambre mientras lanzaba las bolas al aire y
sujetaba con la nariz una silla con un pívot del Madrid encima. Era tan
rematadamente difícil, que fue posible. El Madrid mengua,
el Estu crece.